Color y encuadre: La mirada de Toulouse Lautrec
“Una obra de arte es un trozo del mundo
visto desde un temperamento”
E.ZOLA
Desde el punto
de vista técnico, uno de los rasgos más característicos de Toulouse Lautrec es
su particular perspectiva. Son, justamente, el encuadre sorprendente, el
ambiente embriagador, el punto de vista innovador…lo que hace que la obra de
Lautrec se quede grabada en la retina del espectador y que forme, para siempre,
parte del sistema de referencia de una sociedad.
Por tanto, el
temperamento de Toulouse Lautrec, conformado a partir de su vida, produce obras
de arte indiscutiblemente originales, modernas e innovadoras en su tiempo…y en
el nuestro; un punto de vista diferente, subjetivo y personal, simple y tremendamente
estético, crudamente hermoso. La mirada con la que Lautrec mira la realidad nos
deja, pues, una visión del mundo, cuanto menos, sorprendente e influyente.
Figura indiscutible e imprescindible de la pintura del
siglo XX, Toulouse Lautrec nos ha legado una parte del mundo convertida en obra
de arte.
Le baiser, 1892 |
La obra de este
artista destaca por ser, ante todo, la plasmación de una impresión, del movimiento,
de lo parcial y momentáneo; se trata del minucioso estudio del movimiento y del
color, de sus particularidades, sus connotaciones y sus posibilidades. Para
Lautrec, el arte no significaba la reproducción directa de lo existente, sino
la interpretación de la realidad.
Históricamente,
la figura de Toulouse Lautrec se encuadra en el marco del Impresionismo, donde
artistas como Van Gogh o Monet desarrollaron un minucioso estudio de los
efectos que la luz producía sobre los objetos. Para el Impresionismo, la
representación paisajística prevalecía sobre las figuras humanas o los objetos.
En cambio, para Lautrec, sólo existe la figura y el paisaje, por su parte, se
vuelve un complemento con la función de hacer más comprensible el carácter de
la figura.
En un período de
tiempo asombrosamente corto, Toulouse Lautrec había encontrado un lenguaje
pictórico inconfundible. Sin recibir ninguna influencia de sus profesores y
maestros en cuanto a la temática, consiguió dotar a su pintura de una
desenvoltura hasta entonces desconocida, gracias a la utilización en esta
disciplina de la técnica del dibujo, es decir, de una forma de interpretación
dominada por la línea. Uno de los rasgos más característicos de su obra es el
especial tratamiento del material, con el objetivo de crear efectos
sorprendentes. El pintor solía utilizar pintura al óleo muy diluida, para crear
efectos de acuarela que posibilitan llenar de movimiento y espontaneidad la
superficie plana de sus composiciones, mediante una coloración vibrante.
Au cirque Fernando, 1888 |
Otra particularidad
remarcable es el hecho de que la superficie plana y el movimiento se
representan mediante colores aplicados en una capa muy fina que deja traslucir
el fondo, llegando de esta manera a la máxima expresión del estudio del color.
Lautrec, fuertemente influido por las xilografías japonesas, acentúa el
carácter casual del encuadre haciendo que los personajes queden cortados dramáticamente por la cabeza,
de un modo inconcebible para el arte de la época. Las figuras, marcadas
exclusivamente por líneas de contorno, destacan sobre el fondo como siluetas.
Lautrec, que estaba además familiarizado con el mundo del circo desde pequeño,
se interesaba especialmente por la simultaneidad de distintos momentos en
movimiento, como observamos en esta obra.
Au Moulin Rouge: le bals, 1892 |
Como vemos en
esta obra, el abrazo funde en una sola silueta oscura a las dos mujeres,
situadas en primer plano. El hecho de estar ubicadas en la mitad izquierda de
la composición posibilita que se pueda ver al público, subrayando, por tanto, el
carácter momentáneo de la escena. Esta particular composición aporta fuerza y
movimiento a la escena; el espectador tiene la impresión de que las mujeres van
a salir del cuadro con un paso de baile.
En la obra de
Lautrec, la figura humana comporta una relevancia extrema. Las figuras
organizan y delimitan la composición de la obra. Así pues, Toulouse Lautrec
realizó numerosísimos retratos, ya sea de familiares y amigos, ya sea de
personajes anónimos; pero en todos ellos el artista proyectaba una mirada
particular y tremendamente determinante y característica.
En los cuadros
del ambiente de varietés y salas de baile, los personajes suelen aparecer como
un conjunto de figuras anónimas, formando parte de una multitud, mientras que
en los retratos, son tratados de forma individual, captando sorprendentemente
su psicología. A este respecto, hay que señalar que el artista gustaba de
plasmar a sus modelos siempre en una postura que les fuese propia o señalando
un rasgo distintivo y personal del sujeto en cuestión.
Poudre de riz, 1889 |
Esta obra entra
dentro de la categoría en la que el modelo posa para el artista. Tal como nos
da a entender el título, no se trata de un retrato en sentido convencional,
donde la figura representada constituye el único centro de atención. Lautrec
combina en esta ocasión el retrato con la representación de la atmósfera de un
espacio interior y cerrado. Los diferentes tonos de blanco y el aspecto
granuloso del fondo del cuadro, lo convierten en la plasmación de una atmósfera
íntima, al tiempo que reproducen en pintura la estructura y el color del polvo
de maquillaje.
La Venus de Montmartre, 1884 |
En este caso, la
modelo aparece rodeada de accesorios del taller del artista y está sentada, de
frente, en una butaca. Su obesidad ha sido representada con un realismo
despiadado. La ironía del título, además, hace referencia a la asociación
tradicional que se establece entre Venus
y belleza, ejerciendo así una crítica al arte establecido ya que, una “Venus
del barrio periférico de Montmartre” no puede ser considerada de ninguna manera
como una diosa del amor y de la belleza, aunque el artista la haga merecedora
de estos atributos a través del retrato.
Dentro del
conjunto de obras donde los personajes aparecen en actitud momentánea y
conservando su anonimato, son muy numerosos los ejemplos que podemos encontrar.
Por lo general, se trata de escenas de locales nocturnos donde, dentro de un
ambiente hermético y embriagador, la masa de público que anónima se va
enriqueciendo poco a poco mediante la profusión de detalles y la representación
de rostros individuales que pierden ya su función secundaria.
Au Moulin Rouge, 1892 |
En esta obra
podemos distinguir tres planos. Al fondo y a la derecha, aparecen dos mujeres
charlando y retocándose el peinado, lo que confiere a la escena el marcado carácter
de un momento pasajero, instantáneo. En el mismo plano, se pueden observar
algunos hombres a la izquierda de los que, el que está sentado de perfil, es el
mismo Lautrec. En el segundo plano vemos una masa de gente que conforma un
conjunto oscuro, aunque violentamente roto por el blanco de la mesa y del
rostro de una de las mujeres, así como por el estridente rojo del pelo de otra
de ellas. Finalmente, en el primer plano, aparece la bailarina del Moulin
Rouge, May Milton, convertida en una misteriosa máscara, debido a la enorme
influencia de la luz sobre su rostro. Se podría decir, si de una fotografía se
tratara, que alguien se ha colado en el encuadre fotográfico justo en el
momento de la toma de la foto.
Bal au Moulin de la Galette, 1889 |
La composición
está conformada por tres planos, donde la distribución de tres simples manchas
de color blanco facilita que el espectador recorra la composición desde el
principio hasta el final, de derecha a izquierda, dando lugar de esta manera a
una enorme sensación de profundidad. Así pues, en primer plano y a la derecha,
se observa un conjunto de platos blancos que se unen visualmente al cuello y al
rostro igualmente pálido de la mujer que está sentada de perfil en segundo
lugar, para llegar, trazando una línea de izquierda a derecha, hasta el
cinturón del gendarme que está en segundo plano.
Au Moulin Rouge: la danse, 1890 |
En este caso, se
produce un efecto visual similar al que acabamos de describir: la mirada del
espectador pasa entre la espalda de un
hombre y las dos mujeres en primer plano para recaer sobre Valentín le desossé y La Goulue que bailan “la contradanza”. Esta pintura se caracteriza
por ser una composición espacial y cromática poco común. Mientras que la franja
horizontal bajo las ventanas agrupa óptimamente a los espectadores, las
columnas de la pared y las figuras del primer plano constituyen las verticales
del cuadro. Las líneas de fuga del entarimado provocan que, quien contemple el
cuadro, se sienta parte de la escena. La sala aparece iluminada uniformemente por
una luz de gas verdosa y, nuevamente, sólo el vestido rosa de la mujer en
primer plano, las medias rojas de la bailarina y la chaqueta roja de la mujer
del último plano, constituyen el contrapunto y acentúan la gradación en
profundidad de las figuras.
El 9 de agosto
de 1901 muere en Mallormé Henri de Toulouse Lautrec, consumido por la sífilis y
el alcoholismo. Muere el pintor, el artista, el observador y cronista de la
sociedad que le tocó vivir, dejando tras de sí una impronta que formará para
siempre parte de nuestra manera de ver y de entender el mundo, de sentir el
arte a través de su temperamento.
¡Excelente articulo Samara! Si algo me gusta de este autor, además de sus retratos en burdeles, es el efecto que produce, haciéndote sentir parte de la escena.
ResponderEliminarMerci Alex!
ResponderEliminar:)
EliminarEn el Cuadro de Moulin Rouge, Lautrec no está sentado, está parado !!!!
ResponderEliminarNo entiendo tu comentario Daniela...
ResponderEliminarpero, en todo caso, muchas gracias por pasar por aqui!